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PRI: El incómodo espejo de la política mexicana

  • Foto del escritor: Identidad Morelos Comunicación
    Identidad Morelos Comunicación
  • 28 sept
  • 4 Min. de lectura

LA LEY DE HERODES

Por Miguel Ángel Isidro


Cuando uno es mexicano y le toca residir o viajar al extranjero -como ha sido mi caso- existen muchas costumbres, usos y situaciones de nuestra identidad nacional que son complejas de explicar a personas con otra idiosincrasia.


Nuestro gusto por la comida picante, nuestra visión sobre la muerte -que tiene su colorida síntesis en la celebración del Día de Muertos-, la narco cultura o el culto a la Virgen de Guadalupe son solo algunas de las estampas socioculturales que hacen de la identidad mexicana algo tan complejo pero a la vez apasionante de tratar de explicar.


Sin embargo, en el terreno de la cultura política, tenemos otra asignatura igualmente compleja de explicar: la existencia, para muchas ya prácticamente en agonía, de ese animal político denominado Partido Revolucionario Institucional, conocido coloquialmente como “el PRI”.


Creado en 1929 a instancias del ex presidente Plutarco Elías Calles como resultado de un gran acuerdo entre la casta militar y los cacicazgos regionales que se repartieron el territorio nacional al término de la fase armada de la Revolución Mexicana, el PRI es un elemento ineludible al momento de analizar la historia política y social de México en el siglo XX.


El instituto político que en sus momentos estelares fue llegado a conocer como “el partido aplanadora” fue un vehículo que permitió a una corriente política, identificada con los principios del llamado “nacionalismo revolucionario” ocupar la Presidencia de la República por espacio de 71 años, para ser desplazado por dos sexenios por el Partido Acción Nacional (2000-2012), y posteriormente regresar por un sexenio más con Enrique Peña Nieto (2012-2018).


Calificar al PRI como “la dictadura perfecta” , tal y como lo hizo el Nobel peruano Mario Vargas Llosa durante un foro celebrado en 1990, se convirtió en un lugar común para los opinólogos y los intelectuales de izquierda. Sólo de esa manera se podría sintetizar a una organización política que lo mismo abrevó y se apañó como propios los principios de las Guerras de Reforma y la Revolución Mexicana, pero que al mismo tiempo engendró episodios tan dolorosos como la matanza estudiantil de Tlatelolco en 1968 o la escandalosa corrupción cobijada en el sexenio de López Portillo, con el Partenón de Durazo en Zihuatanejo como tenebrosa postal, por mencionar sólo dos casos emblemáticos de su historia negra.


El partido tricolor ha vuelto a convertirse en tema de conversación a raíz del lanzamiento de la serie documental “PRI: Crónica del fin”, producida y conducida por la periodista Denise Maerker para la plataforma digital VIX, subsidiaria de Televisa.


La serie narra en cinco episodios la historia del Revolucionario Institucional, presentando material de archivo y material inédito del acervo documental de Televisa, presentando los testimonios de personajes relevantes de la historia reciente del país como los ex presidentes Carlos Salinas y Enrique Peña Nieto, así como ex dirigentes y ex militantes como Manlio Fabio Beltrones o el actual secretario de Economía, Marcelo Ebrard.


En un aspecto novedoso, la serie de vale de herramientas de Inteligencia Artificial para dar voz a personajes connotados del priismo que ya han fallecido, entre ellos los ex presidentes José López Portillo y Miguel de la Madrid.


Por supuesto, no podía faltar la participación del actual dirigente nacional del instituto, Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito”, a quien la narrativa ubica prácticamente como el capitán del Titanic tricolor, reducido a su más mínima expresión de poder territorial, político y económico y condenado al hundimiento político.


Obviamente, tanto la serie como la propia situación actual del PRI es material para la controversia, desde quienes pronostican su muerte definitiva en la próxima elección intermedia de 2027, hasta quienes comparten la opinión expresada por el ex candidato presidencial del PAN Diego Fernández de Cevallos, quien en una parte del documental asevera que el PRI sigue existiendo y está más poderoso que nunca: “sólo se cambió la chaquetita tricolor por una morada, y ahora se llama Morena”.


Pero volviendo a la reflexión inicial, resulta complejo explicar la simple existencia de una organización política como el PRI sin echar una mirada crítica a la precaria cultura política de los mexicanos.


Porque la entronización y permanencia en el poder de un partido político que acumuló años de desprestigio por la corrupción y el cinismo tanto de sus dirigentes como de los gobernantes emanados de sus filas no se podría explicar sin la complicidad, activa o pasiva, de la sociedad mexicana.


Como se demostró en las elecciones presidenciales de 2000, 2006, 2018 y más recientemente en 2024, el PRI no siempre fue invencible; y en la medida en que la sociedad mexicana brindó a otras fuerzas políticas la oportunidad de allegarse al poder, el veredicto de las urnas ha sido contundente.


Y no podemos pasar por alto el hecho de que, a pesar del obvio recambio generacional, una importante porción de los electores que en la actualidad forman parte de la elevada clientela electoral de Morena y que a la fecha contribuyen a los elevadísimos niveles de popularidad de la presidenta Claudia Sheinbaum, en otros tiempos fueron seguramente votantes y simpatizantes del PRI.


En efecto, de la misma manera en que muchos de sus cuadros distinguidos -comenzando por su propio fundador y líder moral, el ex presidente Andrés Manuel López Obrador-, fueron en otros tiempos militantes y miembros activos del tricolor, en tiempos en los que militar en el PRI representaba la única alternativa real de ascenso en el poder político.


Resulta interesante y recomendable repasar la serie documental de Denise Maerker, sobre todo para reflexionar, más allá de la evidente agonía por la que atraviesa el tricolor, qué tanto de su ADN sigue impregnado en los partidos que le han sobrevivido -incluyendo a Morena-, y qué tanto de ésa cultura política, creadora de expresiones tan mexicanísimas como el presidencialismo, siguen vigentes en nuestras formas de entender el poder político y sus prácticas.


Al final del día, el PRI es el espejo en el que se refleja una parte importante de lo que ha sido nuestra cultura política. Nos guste reconocerlo o no, el priismo en México no solo fue una preferencia electoral o política: fue una forma de vida.


¿De verdad el priismo y sus prácticas pertenecen al pasado?


Veremos y comentaremos.


X/Twitter: @miguelisidro

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