
Morelos: Lo que se perdió…
- Identidad Morelos Comunicación

- hace 2 días
- 7 Min. de lectura
LA LEY DE HERODES
Por Miguel Ángel Isidro
El pasado 27 de octubre, la clase política y la sociedad morelense recibieron con asombro la noticia del fallecimiento del Doctor Juan Salgado Brito, secretario de Gobierno en funciones dentro del gabinete de la mandataria estatal Margarita González Saravia.
Hombre de prolongada trayectoria en los entramados de la política local, Juan Salgado Brito fue un personaje de su tiempo, y su partida física representa el cierre de una época en la historia política de la entidad morelense: la de los líderes formados en la llamada “cultura del esfuerzo”.
No dedicaremos este espacio a la biografía del personaje, asunto que ya han abordado con mayor autoridad y conocimiento reconocidos periodistas morelenses que conocieron y convivieron con Salgado Brito en sus etapas como alcalde de Cuernavaca, diputado federal, senador y candidato del PRI a la gubernatura, entre otras responsabilidades. La lamentable pérdida nos brinda la oportunidad de reflexionar un poco sobre lo que ha ocurrido en Morelos en las últimas décadas, donde la brújula de la política parece haber perdido norte desde hace ya un buen rato.
Juan Salgado Brito fue priista la mayor parte de su carrera política. Fue un hombre con una formación privilegiada, que durante años buscó, sin éxito, ser gobernador de su estado.
En 1994 Salgado Brito se encontraba en un momento importante de su carrera, con valiosos contactos en el gobierno federal, y se le mencionaba insistentemente como uno de los posibles sucesores del priista Antonio Riva Palacio López. Sin embargo, el dedazo presidencial favoreció a Jorge Carrillo Olea, ex militar, con formación e influencia en las delicadas áreas de la seguridad nacional y el combate al narcotráfico. Al momento de su destape, Carrillo Olea era asesor del presidente Carlos Salinas de Gortari.
Sus fuertes influencias en la política nacional no fueron suficientes para que Carrillo Olea ejerciera un buen gobierno. Desarraigado de una entidad en la que nació y tenía residencia, pero que nunca recorrió hasta que hizo campaña, Carrillo Olea llegó al poder arropado por la maquinaria electoral del PRI, en aquel entonces todavía infalible.
A su llegada al poder conformó un gabinete plagado de fuereños, todos ellos amigos cercanos, cuya única función parecía ser someterse a los dichos y actos del gobernador, dejando a la ciudadanía en segundo plano.
En 1998, el bajo la presidencia de Ernesto Zedillo Ponce de León, y tras varios meses de zozobra por la creciente incidencia de casos de secuestro y la consecuente movilización de la sociedad civil organizada -y muy convenencieramente respaldada por partidos y personajes de la oposición al entonces gobernante Partido Revolucionario Institucional-, el militar retirado Jorge Carrillo Olea presentó solicitud de licencia al cargo de gobernador, luego de que funcionarios de su administración aparecieran vinculados a bandas dedicadas al plagio.
Aunque al paso de los años hay quienes interpretan la defenestración de Carrillo Olea como producto de una “guerra sorda” orquestada desde la propia Presidencia de la República por añejas diferencias con el mandatario morelense; lo cierto es que a partir de esas fechas, Morelos comenzó a vivir un proceso de reconfiguración de su escena política, en la que fueron apareciendo nuevos actores y otros tantos emprendieron la estrategia de ir cambiando de piel y bando conforme a las conveniencias de cada sexenio.
Después de la caída de Carrillo Olea, Juan Salgado Brito volvió a ser mencionado como uno de los posibles relevos emergentes, con una salvedad: a ninguno de los aspirantes de mayor peso político en aquellos tiempos les interesaba la idea de ser gobernador por solo dos años; tiempo que le restaba al mandato de Carrillo Olea.
Bajo dicha circunstancia, ese sexenio tuvo que ser concluido por dos gobernadores interinos: Jorge Morales Barud y Jorge Arturo García Rubí (ambos priistas). Y fue tras ese periodo que Morelos comenzó a vivir una etapa de alternancia partidista en la gubernatura.
En el año 2000, el antes invencible Partido Revolucionario Institucional (PRI) postuló finalmente a Juan Salgado Brito como candidato a la gubernatura de Morelos. Pero para ese entonces las condiciones políticas del país, y por consiguiente del estado, habían cambiado de manera radical.
Pese a haber postulado a un cuadro con gran experiencia, el PRI perdió por primera vez la gubernatura, misma que hasta la fecha no ha podido recuperar .
A la fecha, el gobierno de Morelos ha sido ocupado por el PAN (en dos periodos consecutivos a través de Sergio Estrada Cajigal y Marco Antonio Adame ) y de 2012 a 2018 por el ahora desaparecido PRD a través de la figura del tabasqueño Graco Ramírez Garrido, y de 2018 a 2024 por el ex futbolista Cuauhtémoc Blanco Bravo, postulado por una alianza entre el Partido Encuentro Social (PES) y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Con nula experiencia en el servicio público pese a su paso por la alcaldía de Cuernavaca -a la que dejó en quiebra-, y rodeado por un grupo compacto de colaboradores que se dedicaban a cubrir sus ausencias y cuidar sus intereses personales, Cuauhtémoc Blanco transitó por la gubernatura de Morelos dejando a su paso una estela de frivolidad, corrupción y completo desinterés por el desarrollo del estado. La inseguridad que ya azotaba a Morelos desde los años del prianismo no sólo no se erradicó, sino que se apoderó por completo del territorio estatal, donde más de media docena de grupos del crimen organizado se han repartido y constantemente pelean por el control del pequeño territorio morelense. Un punto clave para su interés es su cercanía con dos plazas estratégicas para los cárteles: la Ciudad de México y el vecino estado de Guerrero.
Blanco Bravo pudo llegar a la gubernatura y concluir su sexenio merced a haberse convertido en aliado primero, y protegido después, del ex presidente Andrés Manuel López Obrador, quien de ésta manera, se convirtió de facto en cómplice de las múltiples tropelías cometidas por el ex futbolista en agravio del erario y la sociedad morelense.
Y fue igualmente el beneplácito del ex presidente, y las nuevas disposiciones en materia de paridad de género las que permitieron la llegada al gobierno de Morelos de Margarita González Saravia, empresaria del ramo turístico con un incipiente desempeño en la función pública, siendo colaboradora del ex gobernador panista Marco Antonio Adame y del propio Cuauhtémoc Blanco durante su paso por la alcaldía de Cuernavaca y el gobierno del estado.
En octubre de 2020 fue designada por el ex presidente López Obrador como directora general de la Lotería Nacional para la Asistencia Pública, entidad que a lo largo de su historia ha servido en términos prácticos como caja chica de los gobiernos en turno y como espacio de lucimiento social para la clase gobernante, o incluso como operadora de ocurrencias caprichosas, como la tristemente célebre rifa del avión presidencial efectuada a iniciativa de López Obrador en 2020.
A pesar del afán de sus biógrafos y propagandistas de crearle una historia de “luchadora social de izquierda” vinculada a la fundación de organizaciones como el extinto Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y de haber colaborado en la campaña presidencial del ingeniero Heberto Castillo, uno de los referentes morales e intelectuales de la izquierda mexicana, en los hechos Margarita González ha sido una mujer que logró ocupar espacios en la administración pública en base a sus relaciones personales y afectivas, pero que nunca antes había ocupado un cargo de elección popular. Así que una forma de buscar darle legitimidad a su mandato consistió en integrar una especie de “gabinete de coalición”, con figuras provenientes de distintas expresiones políticas: ex panistas, ex priistas y ex perredistas. Muy al estilo lopezobradorista.
La incorporación de Juan Salgado Brito fue interpretada por observadores locales como una señal positiva, tanto por su trayectoria como su buena reputación de conciliador y conocedor de la problemática morelense.
Tras su derrota como candidato priista a la gubernatura, Salgado Brito se mantuvo todavía por un periodo de tiempo en el PRI, para romper definitivamente con el partido y fungir como coordinador local de las campañas políticas de López Obrador desde 2006, además de participar de la fundación de Morena.
Para un hombre que se preparó toda su vida para ser gobernador, llegar a la posición número dos del gobierno estatal con 76 años de edad cumplidos podría parecer un amargo premio de consolación. Pero sus cercanos afirman que a Salgado Brito lo motivaba el interés legítimo de servir a su estado, sin mayor ambición personal.
Margarita González no la tiene fácil. Sobre todo porque le toca arreglar el desastre financiero, social y político heredado por su antecesor. El problema es que Cuauhtémoc Blanco, arropado por López Obrador se mantiene con fuero como diputado federal y tuvo la habilidad de dejar a varios de sus testaferros incrustados en la estructura de gobierno. Para echarle el guante encima la gobernadora tendría que contar con el respaldo de su movimiento… o romper con el segmento que le ha dado protección al impresentable ex futbolista.
Con el lamentable fallecimiento de Salgado Brito, González Saravia perdió no sólo un importante activo para legitimar políticamente a su gobierno, sino a un eficaz conciliador capaz de procurar los equilibrios entre su variopinto equipo de trabajo, entre quienes hay personajes que ven al gobierno como oportunidad de negocio, y otros tantos que desde el inicio de la administración ya se sueñan escalando nuevas posiciones políticas y de poder trepados en esa demoledora maquinaria electoral en que se ha convertido Morena.
Con Juan Salgado Brito se cierra el capítulo de la clase política tradicional de Morelos. Aunque ante la posibilidad del relevo comenzaron a barajarse varios nombres, como el del ex embajador David Jiménez González o el del ex gobernador interino Jorge Morales Barud, lo cierto es que esas figuras ya poco representan para un electorado que se ha volcado por la popularidad de políticos de ocasión como Cuauhtémoc Blanco, o que prefieren rendirse a la comodidad de dar su voto a un partido de Estado para mantener ciertos beneficios, como ha venido ocurriendo con Morena desde 2018.
El recambio generacional de la clase política en Morelos quedó a deber. Ahora todos parecen apostarle al pragmatismo político.
Esperemos que vengan mejores tiempos para la tierra del General Zapata. Porque por ahora, su clase política le queda a deber.
Ni es política…. Ni tiene clase.
Al tiempo.
Sígame en X: @miguelisidro






Comentarios