
El Reto del Tepozteco
- Identidad Morelos Comunicación
- 7 sept
- 5 Min. de lectura
LA LEY DE HERODES
Por Miguel Ángel Isidro
Cada mes de septiembre, en el Pueblo Mágico de Tepoztlán tiene lugar una celebración dedicada a conmemorar la conversión del Rey Tepuztécatl a la fe cristiana.
A partir del 7 de septiembre tienen lugar una serie de ceremonias y procesiones que culminan con una representación teatral y una jornada de velación, que en su conjunto se conocen como El Reto del Tepozteco.
Dicha tradición sintetiza de manera especial el sincretismo cultural y religioso de Tepoztlán, espacio considerado como tierra sagrada por las culturas nahuatlacas por ser el lugar de nacimiento de Ce Àcatl Topiltzin, Quetzalcóatl.
Aunque no todo lo que se sabe sobre dicha población es igual de legendario y heroico.
El reciente escándalo por la revelación de una propiedad adquirida por el senador morenista Gerardo Fernández Noroña en una zona de reserva ecológica del municipio de Tepoztlán, Morelos, ha puesto nuevamente en el ojo público a dicha comunidad, y su complejo ecosistema de usos, costumbres y activismo político y social.
Ubicado a poco más de dos horas en auto al sur de la Ciudad de México, el pueblo mágico de Tepoztlán se ha consolidado como un destino turístico de fin de semana para los capitalinos, así como remanso de residencia y refugio para intelectuales, artistas y políticos que han encontrado en ese lugar un auténtico refugio con ambiente campestre, sin la necesidad de alejarse drásticamente de la megalópolis chilanga.
Hace tres décadas Tepoztlán fue el epicentro de una revuelta social y política que contribuyó de manera significativa a la renuncia del gobernador Jorge Carrillo Olea, en 1998.
Acreedor de una contundente victoria electoral, Jorge Carrillo llegó a la gubernatura de Morelos en 1994, cobijado por su cercanísima relación con el saliente Presidente de la República Carlos Salinas de Gortari, de quien había fungido como asesor.
Investido de un aire de soberbia y de una autoconferida superioridad intelectual que le hacía ostentarse como profundo conocedor de la entidad morelense y su problemática, Carrillo Olea conformó un equipo de trabajo en el que confluían intereses político-empresariales, amigos cercanos y políticos de la vieja guardia, pero no necesariamente conocidos por su buena reputación. Y en ese contexto, el flamante gobernador llegó al cargo con un nutrido paquete de proyectos bajo el brazo, entre ellos el denominado “Club de Golf El Tepozteco”.
Impulsado a instancias de un corporativo denominado Grupo KS, públicamente encabezado por el empresario Francisco Kladt Sobrino, el proyecto fue prácticamente abrazado como propio por el gobernador Carrillo Olea, quien lo expuso como una panacea para detonar los atractivos naturales y turísticos de Tepoztlán, y generar los empleos y la derrama económica que la localidad requería para salir de su atraso. Una auténtica mina de oro, desde la óptica clásica de los gobiernos de corte neoliberal.
Aquí vale la pena hacer un paréntesis para explicar un poco el complejo entorno sociopolítico de Tepoztlán. Al igual que cientos de localidades ubicadas en el centro y sur de México, Tepoztlán se encuentra regido por el sistema de propiedad comunal desde la época colonial, es decir, el uso y aprovechamiento de la tierra se genera a través de acuerdos emanados de una asamblea popular, en la que se encuentran representados los barrios, poblados y mayordomías asentados en su territorio. En ese sistema de autoridad se entremezclan usos y costumbres provenientes de los pueblos prehispánicos, pero a la vez intervienen la mecanismos del gobierno republicano federal; es decir, a la par de la autoridad comunal, Tepoztlán es un municipio legalmente reconocido que celebra elección de ayuntamiento cada tres años.
En el caso del Club de Golf “El Tepozteco”, el gobierno de Carrillo Olea cometió el error de asumir que el proyecto estaba “planchado” por contar con el cabildeo previo con autoridades municipales y algunos liderazgos locales. Quisieron “venderlo” a la asamblea de comuneros como un hecho consumado, y no como algo que debía ser consultado para obtener consenso.
La sensación de que el gobierno y los inversionistas pretendían ejercer una imposición propició el surgimiento del Comité de la Unidad Tepozteca (CUT), en el que se congregaron diversos liderazgos campesinos, comunitarios y políticos para emprender una oposición formal y organizada contra el proyecto de Grupo KS. Además de movilizaciones y actos de protesta, el CUT emprendió acciones legales para exigir la restitución de los terrenos destinados al proyecto, ubicados en el paraje conocido como Monte Castillo.
A un año de su presentación, tras múltiples protestas y acciones represoras que culminaron con la muerte del campesino tepozteco Marcos Olmedo Gutiérrez, asesinado el 18 de abril de 1996 durante una manifestación convocada por el CUT y que fue violentamente reprimida por la policía estatal, el proyecto del Club de Golf fue tácitamente suspendido, aunque en los tribunales se extendió un pleito legan entre los promotores y los opositores al proyecto que tardó cerca de 20 años en ser resuelto en favor de la comunidad.
Hasta la fecha, Tepoztlán vive el asedio de desarrolladores que, al igual que en el caso del Club de Golf recurren a una estrategia de “desplazamiento hormiga”, es decir, de manera directa o a través de terceros obtienen la cesión de derechos de pequeñas porciones de tierras comunales para finalmente acaparar una gran extensión de terreno que finalmente terminan vendiendo a un inversionista bajo un esquema de corrupción en el que confluyen notarios públicos, autoridades municipales y líderes locales, que a final de cuentas lucran con la necesidad de los pobladores que poco a poco han visto limitadas las posibilidades de mantener sus tierras bajo uso agrícola o forestal, por lo que terminan vendiendo en condiciones de desventaja.
Tepoztlán es uno de los cientos pueblos rústicos de México que en las últimas décadas han vivido un fenómeno de gentrificación silenciosa; donde negocios tradicionales terminan convertidos en restaurantes estilo gourmet, bares o cafeterías de postín para el goce de turistas o avecindados, tanto nacionales como extranjeros, que terminan desplazando a los pobladores originarios y generando el encarecimiento de bienes y servicios en su entorno.
El movimiento de resistencia en Tepoztlán fue uno de los muchos factores que contribuyeron a la prematura caída del gobernador Carrillo Olea en 1998. Y son esas mismas fuerzas vivas a las que el senador Gerardo Fernández Noroña pretende minimizar con el discurso fanfarrón con el que defiende la poca clara adquisición de su residencia de 12 millones de pesos. “Que vengan a sacarme de mi casa, a ver si pueden”, manifestó ufano el también aspirante presidencial ante los reclamos de los comuneros de Tepoztlán por las evidentes irregularidades en la “compra” de dicho predio.
Paradojas de la vida: pareciera no haber gran distancia entre la despótica soberbia de Carrillo Olea y la incendiaria verborrea del “izquierdista” Fernández Noroña.
Esperemos que impere la prudencia que que no veamos en el corto plazo a Tepoztlán siendo el escenario de un nuevo despertar del México bronco.
Al tiempo.
X/Twitter: @miguelisidro
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